Sin embargo, este consumo, cuando es excesivo, puede dejar de ser una fuente de entretenimiento para convertirse en un drenaje de energía emocional y mental.
La psicóloga Jazmín Segovia explica que el riesgo no está únicamente en el tiempo que pasamos frente a la pantalla, sino en la calidad y el contenido que consumimos. “Si estoy expuesto constantemente a información negativa, noticias alarmantes o comparaciones irreales con otras personas, mi estado de ánimo puede verse afectado sin que yo lo note. Es un proceso silencioso que, poco a poco, puede volverme más pesimista”, señala.
Efectos invisibles en el estado de ánimo
El impacto del uso desmedido de redes no siempre es inmediato. De hecho, muchas personas no se dan cuenta de que han modificado su comportamiento. Entre las señales más comunes, Segovia menciona:
• Irritabilidad ante situaciones mínimas.
• Ansiedad cuando no se tiene acceso a internet o al teléfono.
• Sensación de vacío si no se está conectado.
• Apatía y menor motivación para realizar actividades fuera del mundo digital.
• Comentarios negativos o pesimistas que surgen de forma recurrente.
Estos efectos no solo afectan la vida personal, sino también el desempeño laboral o académico. En muchos casos, las redes se utilizan como un mecanismo para evadir responsabilidades, ya sea en la universidad, el trabajo o incluso en el hogar.
¿Por qué no puedo dejar de usarlas?
El problema, de acuerdo con la especialista, es que no utilizamos las redes de forma consciente. Las plataformas están diseñadas para captar la atención del usuario y retenerlo el mayor tiempo posible. Esto se logra a través de algoritmos que muestran contenido adaptado a nuestros intereses, notificaciones constantes y formatos breves que generan adicción, como los reels o videos cortos.
Diversos estudios lo confirman. Investigadores de la Universidad de Harvard y la Universidad de Stanford han demostrado que cada “me gusta”, comentario o notificación activa en el cerebro la liberación de dopamina, el neurotransmisor asociado al placer y la recompensa. Este proceso es similar al que ocurre con el juego, la comida chatarra o algunas sustancias adictivas.
“Muchas veces creemos que controlamos nuestro tiempo en redes, pero en realidad son ellas las que controlan nuestra atención”
El lado positivo: redes como herramienta
No todo es negativo. El problema no radica en la tecnología en sí, sino en cómo se utiliza. El tiempo frente a una computadora o teléfono puede ser provechoso si se emplea para aprender, capacitarse o fortalecer vínculos positivos. “El secreto está en filtrar el contenido y preguntarnos: ¿esto que estoy viendo me suma o me resta?”, propone la psicóloga.
Claves para retomar el control
Para evitar que las redes sociales se conviertan en un vicio, Segovia sugiere:
1. Identificar las señales de alerta: irritabilidad, ansiedad, procrastinación y pérdida de interés por otras actividades.
2. Establecer límites claros: usar temporizadores o aplicaciones que controlen el tiempo en pantalla.
3. Realizar una limpieza digital: dejar de seguir cuentas que generen estrés, comparación o sentimientos negativos.
4. Incorporar pausas conscientes: dedicar tiempo diario a actividades sin pantallas, como leer, caminar o conversar en persona.
5. Priorizar la vida real sobre la virtual: recordar que las redes muestran una versión editada de la realidad y que la conexión más valiosa es la que tenemos con quienes nos rodean.
Un desafío global
La preocupación por el uso excesivo de redes sociales no es exclusiva de Paraguay. Datos del Global Digital Report 2024 revelan que el promedio mundial de uso diario de redes es de 2 horas y 23 minutos, aunque en Latinoamérica la cifra supera las 3 horas diarias. En países como Brasil y México, estudios han demostrado que el 30% de los jóvenes presenta síntomas de dependencia digital.
En este contexto, expertos advierten que, al igual que ocurre con otras conductas adictivas, el primer paso es reconocer el problema y buscar un consumo más equilibrado. “El objetivo no es eliminar las redes, sino aprender a utilizarlas a nuestro favor, para informarnos, aprender y comunicarnos, sin que eso signifique perder el control de nuestro tiempo y energía”, concluye Segovia.