29 jun. 2025

Más del 60% trabaja en la informalidad: ¿cómo afecta eso a la salud mental?

Tener un empleo en Paraguay no siempre significa tener estabilidad. Para más del 60% de los trabajadores en edad productiva, la única opción laboral es la informalidad, una condición que implica no solo ingresos inestables y sin protección social, sino también un deterioro progresivo de la salud mental.

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En este escenario, el trabajo lejos de ser una fuente de bienestar, se convierte en una carga emocional constante.

Este fenómeno —frecuentemente reducido a una cuestión económica— comienza a ser abordado también desde la perspectiva sanitaria. La precariedad laboral, entendida como una forma de empleo sin garantías mínimas, sin contrato legal ni acceso a servicios como seguro social o jubilación, genera estrés crónico, ansiedad y, en muchos casos, depresión, según advierten especialistas y estudios internacionales.

Más de la mitad de la fuerza laboral, en la informalidad

En Paraguay, el 62,5% de la población en edad de trabajar no cuenta con empleo formal, de acuerdo con los últimos análisis del mercado laboral. Estas personas —que suman millones en todo el país— desempeñan sus actividades en condiciones inestables, sin cobertura médica, sin vacaciones pagadas, sin aguinaldo ni respaldo ante una eventual enfermedad o despido. Muchos trabajan por día, sin saber si al día siguiente conservarán su fuente de ingreso.

El especialista en empleo Enrique López Arce advierte que esta situación va mucho más allá de lo económico.

“La persona que no tiene un empleo digno vive con miedo, se siente desprotegida, duerme mal, está irritable, y convive con un nivel alto de estrés todos los días”
Enrique López Arce, experto en empleo.

López Arce resume el panorama con una frase sencilla, pero profundamente significativa: “Precarios, inestables y estresados”. Para él, estas tres palabras describen el estado emocional generalizado de miles de trabajadores paraguayos que enfrentan el desafío cotidiano de subsistir sin respaldo.

Cuando trabajar enferma: empleo e inestabilidad emocional

El trabajo cumple una función central en la vida de las personas. No solo permite cubrir necesidades básicas, sino que también otorga identidad, estructura el tiempo, genera vínculos sociales y aporta sentido de propósito. Cuando estas condiciones se ven amenazadas —como ocurre en la informalidad—, el equilibrio mental también se resquebraja.

Estudios clínicos demostraron que la inseguridad laboral sostenida puede producir trastornos de ansiedad generalizada, síntomas depresivos, insomnio, falta de concentración, irritabilidad, y desgaste emocional crónico. El miedo constante a perder el trabajo o no tener ingresos suficientes para sostener a la familia es un factor de estrés que se mantiene activo todos los días, sin tregua.

Este tipo de presión no solo afecta al trabajador en su ámbito laboral, sino que se traslada al hogar, generando conflictos familiares, dificultad para ejercer roles parentales con equilibrio y una pérdida progresiva de motivación vital. A largo plazo, también puede desencadenar enfermedades psicosomáticas, como gastritis, hipertensión, dolores crónicos o trastornos cardiovasculares.

Estudios internacionales ya hablan de salud pública

El vínculo entre precariedad e impacto psicológico ya fue abordado a profundidad en España, donde el Ministerio de Trabajo y Economía Social impulsó el estudio Presme (Precariedad Laboral y Salud Mental), uno de los más completos en su tipo en Europa. El informe plantea que la precariedad laboral debe ser entendida como un problema estructural de salud pública, y no solo como una falla del mercado laboral.

Entre sus conclusiones más relevantes, el estudio muestra que las personas con empleos precarios presentan niveles más altos de ansiedad, depresión, trastornos del sueño y consumo de psicofármacos que aquellas que tienen empleos estables. Además, identificó que la precariedad multiplica el riesgo de exclusión social y perpetúa ciclos de pobreza emocional y económica.

En ese contexto, las mujeres, los jóvenes y las personas a cargo de familias son los más afectados. La doble carga que implica combinar trabajo informal con tareas de cuidado y responsabilidades del hogar exacerba la tensión emocional y reduce aún más la capacidad de autocuidado y acceso a atención médica.

En Paraguay, los datos faltan… pero la realidad está a la vista

Mientras en Europa el tema ya se traduce en políticas públicas específicas, en Paraguay aún no se ha realizado un estudio nacional que profundice la relación entre informalidad y salud mental. Para López Arce, esta ausencia de datos es una gran barrera. “Sin evidencia, no se puede diseñar una política efectiva. Necesitamos un diagnóstico local que nos permita intervenir con inteligencia y sensibilidad”, apuntó.

El especialista propone incluir esta dimensión en los estudios del Ministerio de Salud Pública y del Ministerio de Trabajo, y recuerda que los servicios de salud mental en Paraguay son insuficientes incluso para quienes tienen empleo formal. “¿Qué pasa con alguien que está deprimido, pero no tiene seguro? ¿A dónde acude? ¿Cómo accede a un tratamiento?”, se pregunta, al subrayar que la informalidad también implica exclusión del sistema de atención en salud mental.

El empleo digno como herramienta de salud

Más allá de los diagnósticos, la solución pasa por un enfoque integral, generar empleos dignos, estables y protegidos, que garanticen ingresos suficientes y acceso a derechos laborales. “No se trata solo de crear más empleos, sino de crear mejores empleos. La calidad del trabajo es tan importante como la cantidad”, remarcó López Arce.

También sugirió que se desarrollen campañas de concienciación pública que muestren cómo la inestabilidad laboral afecta la salud emocional, tanto del trabajador como de su entorno familiar. La idea es romper con la creencia de que el estrés o la ansiedad son cuestiones personales desvinculadas del contexto social y laboral.

Claves del problema:

• Más del 62% de los trabajadores en Paraguay están en la informalidad.

• La precariedad laboral provoca problemas mentales como ansiedad, depresión e insomnio.

• Mujeres, jóvenes y jefas o jefes de hogar son los más afectados emocionalmente.

• Faltan estudios nacionales, lo que impide una respuesta concreta desde las políticas públicas.

• El empleo formal y digno es clave para proteger la salud mental de la población.