Todo comenzó con una inquietud compartida por varios jóvenes que, al recorrer la ciudad, sintieron que Luque había perdido parte del brillo que históricamente la caracterizó. Ya no abundaban los colores tradicionales de la “República”, el azul y el oro, que por años llenaron de identidad las calles, las murallas y las columnas. La ciudad lucía apagada, y eso, para ellos, fue una señal de alerta.
Entre quienes impulsaron la iniciativa se encontraba Josué Luraghi, un joven que juntó a estudiantes, trabajadores, deportistas y vecinos que, sin pertenecer a organizaciones formales, se sintieron responsables de recuperar aquello que hacía única a su comunidad.
La primera chispa: devolverle color a la ciudad
La idea fue simple, pero poderosa. ¿Qué pasaría si, en lugar de lamentar la falta de identidad visual, salían con brochas y pintura para recuperarla? Lo que inicialmente parecía una actividad aislada se transformó en una bola de nieve.
Con aportes de ferreterías, pinturerías y comercios locales, comenzó la campaña de pintura de columnas con los colores azul y oro, primero en Palma Loma, luego en barrios vecinos. Lo que empezó con apenas ocho voluntarios terminó reuniendo a más de una docena en la primera jornada, y el número siguió creciendo con cada llamado comunitario.
El objetivo trazado para esta etapa fue ambicioso: llegar a las 1.000 columnas, formar brigadas en distintos barrios y demostrar que la ciudad podía volver a sentirse viva, alegre y orgullosa de su identidad.
Más allá de la estética, los jóvenes insistían en un punto: recuperar la confianza en la juventud, tantas veces señalada por casos negativos. Mostrar que también existen quienes construyen, se organizan y defienden valores positivos fue tan importante como la pintura misma.
La educación como segunda frontera
Tras el impacto visual del proyecto inicial, Josué Luraghi mencionó que con el movimiento decidieron enfocar sus energías en otro aspecto fundamental, la educación. Con el apoyo de comercios y vecinos, se hicieron entregas de bibliotecas y materiales escolares a 14 instituciones educativas de la ciudad.
El gesto no solo reforzó el acceso a herramientas de aprendizaje, sino que permitió unir a estudiantes, docentes y voluntarios en un propósito compartido, generar mejores oportunidades para quienes más lo necesitan.
“Si un chico tiene acceso a un libro, tiene acceso a otro futuro”
El deporte también formó parte de la agenda del movimiento. Se brindó acompañamiento a canchas, equipos de barrio y escuelas deportivas, entendiendo al deporte como un punto de encuentro donde se construyen hábitos, se forjan amistades y se fortalecen los lazos entre familias.
Para ellos, el deporte era un símbolo poderoso:, disciplina, compañerismo y superación personal. Jugar, competir y compartir en comunidad era otra forma de reconstruir el tejido social.
La nueva etapa: apoyar a quienes mantienen viva la economía local
Hoy, el movimiento juvenil avanza hacia una tercera gran misión que es apoyar a quienes sostienen, desde sus negocios familiares, gran parte del pulso económico de la ciudad. Así nació la campaña “Ayudando al Amigo Emprendedor”, cuyo objetivo es acompañar y visibilizar a los trabajadores luqueños que día a día luchan por mantenerse de pie.
La propuesta consiste en donar 50 carteles profesionales antes de Navidad a emprendedores de distintos barrios, como herramienta para mejorar su presencia comercial y atraer más clientes. La campaña inicia con cinco historias representativas: emprendedores que, con esfuerzo y creatividad, son el reflejo del espíritu trabajador de Luque.
Para los jóvenes, este proyecto tiene un significado profundo, cuando se apoya a un emprendedor, gana toda la comunidad. No es solo un cartel; es una oportunidad para crecer, mejorar ingresos y fortalecer la economía barrial.
La fuerza de una identidad que vuelve a latir
El movimiento no se define por una persona, sino por una filosofía. Una identidad que vuelve a brotar, que recupera el azul y oro como símbolos de pertenencia, y que renueva la esperanza en lo colectivo.
Sin embargo, las ideas que dieron origen al proyecto tuvieron en Josué Luraghi a uno de sus principales motivadores, un joven que creyó que la ciudad merecía más y que fue capaz de contagiar esa convicción a otros. Su rol fue clave, pero el verdadero protagonista hoy es el grupo que se multiplicó a su alrededor.
“Lo que se encendió acá es una demostración de que la juventud no solo observa: actúa”, expresó Luraghi.