Desde la psicología infantil, la respuesta no es extrema ni alarmista. Los especialistas coinciden en que creer en Papá Noel no es perjudicial para el desarrollo emocional cuando se lo presenta como parte del mundo simbólico y no como una mentira rígida o coercitiva.
La psicóloga Lic. Jazmín Segovia explica que la infancia temprana está atravesada por el pensamiento mágico, una etapa normal del desarrollo cognitivo.
“Entre los 3 y 7 años, los niños no diferencian completamente lo real de lo imaginario. En ese período, la fantasía cumple un rol clave en la construcción emocional, el juego y la creatividad”, señala la profesional.
La fantasía como herramienta de desarrollo
Desde la psicología evolutiva, se reconoce que los niños utilizan la fantasía para comprender el mundo, expresar emociones y elaborar experiencias. Personajes como Papá Noel, el Ratón Pérez o los Reyes Magos funcionan como recursos simbólicos que ayudan a procesar expectativas, normas y vínculos.
“La creencia en Papá Noel no es una mentira dañina si se vive como una experiencia lúdica compartida. Es parte del lenguaje emocional de la infancia”
Lejos de confundir, esta ilusión puede fortalecer habilidades como la imaginación, la empatía y la capacidad de asombro, siempre que se la sostenga desde un lugar sano.
¿Dónde está el límite?
Uno de los puntos más debatidos es el uso de Papá Noel como mecanismo de control conductual. Según la especialista, allí es donde pueden aparecer riesgos emocionales.
“Cuando se utiliza la figura de Papá Noel para amenazar, castigar o condicionar el comportamiento del niño —por ejemplo, diciendo que no recibirá regalos si se porta mal—, se introduce miedo, ansiedad y culpa”, advierte.
En esos casos, el mensaje deja de ser simbólico y se vuelve punitivo, lo que puede afectar la autoestima y la relación con la autoridad adulta.
El momento del descubrimiento
La mayoría de los niños comienza a dudar de la existencia de Papá Noel entre los 7 y 9 años. Para la psicóloga, este proceso es natural y forma parte del crecimiento.
“Cuando el niño pregunta, es importante no ridiculizarlo ni insistir en sostener la fantasía a cualquier costo. Esa curiosidad indica madurez cognitiva”, afirma.
Los especialistas recomiendan acompañar este momento con una explicación progresiva, adecuada a la edad, resaltando que Papá Noel representa valores como la generosidad, el deseo de dar y el amor que los adultos expresan a través de los gestos.
¿Se pierde la confianza cuando se descubre la verdad?
Uno de los mayores temores de los adultos es que los niños se sientan engañados. Sin embargo, Segovia aclara que esto rara vez ocurre cuando la fantasía fue vivida de forma respetuosa.
“Los niños no suelen sentirse traicionados. Por el contrario, entienden que fue una historia compartida, y muchas veces pasan a ser cómplices de esa magia para los más pequeños”, explica.
De hecho, para muchos niños, descubrir la verdad se convierte en un rito de paso que fortalece el vínculo familiar.
Más allá de los regalos
Desde la psicología, se subraya que el verdadero riesgo no está en Papá Noel, sino en una Navidad centrada exclusivamente en el consumo.
Cuando los regalos se transforman en el eje principal, pueden surgir frustraciones, comparaciones y desigualdades difíciles de procesar emocionalmente.
“Es importante transmitir que el valor de la Navidad no está en la cantidad de regalos, sino en el encuentro, el afecto y el tiempo compartido”, sostiene la profesional.
Cada familia decide cómo vivir la Navidad
No todas las familias eligen sostener la figura de Papá Noel, y eso también es válido. La psicología no impone una única forma correcta de vivir la Navidad, sino que pone el foco en el bienestar emocional de los niños.
“Lo esencial no es si Papá Noel existe o no, sino cómo los adultos acompañan la infancia, validan emociones y construyen confianza”, concluye Segovia.