04 jun. 2025

Crimen de Fernanda: ¿Qué hace que los adolescentes sean capaces de tanta violencia?

Un crimen que desnuda el deterioro emocional de una generación y la complicidad de adultos que eligieron el silencio.

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María Fernanda Benítez, de apenas 17 años, fue encontrada sin vida en un terreno baldío el sábado pasado, con su cuerpo parcialmente calcinado. Las primeras informaciones hablaban de incineración y una posible intoxicación, pero la autopsia forense reveló una verdad aún más estremecedora, la adolescente murió a causa de fuertes golpes en la cabeza, fracturas en otras partes del cuerpo e inhalación de humo, lo que indica que aún estaba con vida cuando fue incendiada.

El principal sospechoso es un joven de 17 años, compañero de colegio a quien vinculan como padre del niño que esperaba Fernanda. El mismo se entregó y confesó la ubicación del cadáver.

Lo que parecía ser una tragedia aislada hoy abre una grieta mucho más profunda: ¿qué está pasando con nuestros adolescentes? ¿Qué lleva a un joven de 17 años a participar —presuntamente— en un crimen con tal grado de violencia, frialdad y deshumanización?

“Hay una banalización absoluta de la vida humana”
Psicóloga clínica Laura Villalba

Consultada sobre este tipo de comportamientos extremos en adolescentes, la psicóloga clínica Laura Villalba, especialista en salud mental infanto-juvenil y en prevención de violencia, afirma que este crimen es reflejo de un fenómeno creciente que es la desconexión emocional y moral en jóvenes que no han desarrollado adecuadamente su capacidad de empatía.

“No es que un joven se vuelve violento de la noche a la mañana. La mayoría de los adolescentes que cometen actos atroces como este han crecido en entornos con altos niveles de negligencia afectiva, exposición a violencia normalizada, falta de límites claros y, sobre todo, ausencia de educación emocional”, explica.

Para la profesional, uno de los elementos más alarmantes es que el crimen haya sido planeado, ejecutado y luego ocultado con aparente frialdad.

“Cuando alguien puede matar, fracturar el cuerpo de una persona, posiblemente aún viva, e intentar incinerarla sin mostrar culpa ni pedir ayuda, estamos ante una mente que ha desarrollado una peligrosa capacidad de desensibilización. Es decir, ha aprendido a desconectarse completamente del dolor ajeno”, sostiene Villalba.

“Vivimos en una cultura de la inmediatez y la negación”

La psicóloga también señala que la sociedad actual —hiperconectada, individualista, sobreexpuesta a estímulos violentos en redes sociales y videojuegos— contribuye a formar adolescentes con baja tolerancia a la frustración y dificultades para asumir responsabilidades.

“Muchos adolescentes hoy no saben enfrentar consecuencias. Si una situación los incomoda —como un embarazo no deseado, una ruptura, una discusión—, en lugar de buscar ayuda o dialogar, eligen eliminar el problema. Y si los adultos a su alrededor refuerzan esa lógica, ya sea callando o colaborando, el resultado puede ser devastador”, advierte.

Los adultos también fallan

Uno de los aspectos más indignantes del caso es la presunta complicidad de los padres del sospechoso, los mismos están siendo investigados por su posible participación en la ocultación del crimen.

Villalba es tajante: “La adolescencia necesita límites y modelos. Cuando los adultos minimizan o justifican acciones peligrosas, están fallando no solo como padres o educadores, sino como sociedad. La violencia adolescente no surge en el vacío. Surge en hogares donde el diálogo no existe, donde los valores están distorsionados y donde el ejemplo es la omisión o la violencia misma”.

¿Cómo se previene algo así?

La psicóloga insiste en que la prevención debe empezar mucho antes de que ocurran los hechos trágicos. “Hay señales. Siempre hay señales. Pero la mayoría son ignoradas: aislamiento extremo, insensibilidad emocional, dificultad para pedir ayuda, agresividad, consumo problemático de redes, exposición a contenidos oscuros, discursos fatalistas”, enumera.

“Tenemos que hablar más de emociones, de límites sanos, de cómo tomar decisiones, de qué hacer cuando cometemos errores. Y tenemos que volver a mirar a nuestros adolescentes con atención. No desde el control autoritario, sino desde el compromiso emocional. Lo que no se habla, se actúa. Lo que no se contiene, se desborda”, concluye.

Señales de alerta emocional en adolescentes que no deben ignorarse

La profesional en salud mental advierte que, si bien no todos los adolescentes con estas señales desarrollarán conductas violentas, la acumulación de varios factores debe encender alarmas:

• Aislamiento extremo o pérdida repentina de interés en amistades, actividades o estudios.

• Desconexión emocional: incapacidad de mostrar empatía, indiferencia frente al dolor ajeno.

• Explosiones de ira o violencia física/verbal desproporcionadas.

• Fascinación por contenidos oscuros o violentos (videos, juegos, foros).

• Desprecio por la autoridad o las normas básicas de convivencia.

• Falta de responsabilidad por las propias acciones, tendencia a culpar a otros.

• Lenguaje fatalista o indiferente sobre la vida y la muerte.

• Acceso sin supervisión a medicamentos, armas u objetos peligrosos.

• Cambios bruscos de comportamiento, humor o apariencia.