Con más de 16.000 personas privadas de libertad en el país, las condiciones de los penales, sumadas a la falta de políticas efectivas para reinsertar a los exconvictos, crean un ambiente donde la reincidencia parece inevitable. Para abordar esta problemática, conversamos con el abogado Jorge Rolón Luna, del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura (MNP), quien realizó un análisis profundo del sistema penitenciario paraguayo y sus consecuencias criminógenas.
Las Cárceles: ¿Solución o fábrica de delincuentes?
Para Rolón Luna, el encarcelamiento masivo no logró disminuir la criminalidad, sino todo lo contrario. “Les pregunto a los fanáticos de la cárcel, ¿estamos más seguros?”, cuestiona el abogado, haciendo referencia a la idea popular de que una mayor cantidad de personas en prisión garantiza una mayor seguridad para la sociedad. Sin embargo, los datos demuestran lo contrario: la delincuencia sigue en aumento, especialmente los delitos contra la propiedad, como robos a viviendas, cometidos en su mayoría por personas que ya han pasado por el sistema carcelario.
Rolón Luna expone que el efecto criminógeno de las cárceles es una de las principales causas de esta situación.
“El encarcelamiento masivo tiene un efecto criminógeno y creo que es una de las causas del auge de ciertos delitos”
El contacto continuo entre reclusos que buscan rehabilitarse y aquellos inmersos en el mundo del crimen crea un ambiente propicio para que los primeros terminen involucrándose en actividades delictivas más graves. “Cuando un juez manda a la cárcel a una persona, tiene que saber que la está condenando, probablemente, a no salir nunca más de ese mundo”, afirma.
La trampa de la reincidencia
Uno de los aspectos más preocupantes del análisis de Rolón Luna es la falta de oportunidades para los expresidiarios. “Lo que la estadística no dice es cuántas personas entran y salen de la cárcel, condenadas de por vida porque al salir ni siquiera podrán acceder a un trabajo formal”, explica. El estigma que llevan las personas con antecedentes penales es una barrera prácticamente imposible en el mercado laboral formal, dejándolos sin opciones más allá de actividades ilícitas para sobrevivir. Esta situación perpetúa el ciclo de la reincidencia, donde aquellos que cumplieron su condena terminan regresando al crimen por falta de oportunidades.
El abogado también hace referencia al aumento sostenido de la población carcelaria en Paraguay en los últimos años, un fenómeno que no se ha traducido en una disminución de la criminalidad. “Tuvimos un aumento significativo de personas en la cárcel, pero como sociedad no tenemos la capacidad de reinsertar a estas personas”, lamenta. Los expresidiarios se enfrentan a un sistema que los margina, tanto en términos de acceso al empleo como en la posibilidad de rehacer sus vidas en un entorno libre de criminalidad.
La Policía: Parte del problema
Además de la problemática del sistema penitenciario, Rolón apunta hacia otro actor clave en la perpetuación del ciclo criminal: la policía. “La policía es otro efecto criminógeno en nuestro país”, señala, subrayando el rol que juegan ciertos sectores de las fuerzas del orden en la corrupción y la complicidad con actividades delictivas. Según su análisis, la coima y la falta de controles efectivos permiten que muchas veces las personas que buscan rehacer sus vidas fuera del crimen se vean nuevamente empujadas a la ilegalidad.
Consecuencias sociales del fracaso en la reinserción
Las consecuencias de este sistema fallido son visibles en toda la sociedad. La incapacidad de las cárceles para cumplir su función rehabilitadora y la ausencia de políticas de reinserción efectiva generan un entorno donde la delincuencia continúa creciendo. Según estudios, una persona que ha estado en prisión tiene muchas más probabilidades de reincidir que aquella que nunca ha sido encarcelada. Esta realidad, combinada con el aumento de la población penitenciaria, crea una espiral de criminalidad que afecta tanto a los individuos como a la seguridad colectiva.