18 jun. 2025

La narcocultura avanza: el crimen como modelo de éxito en zonas vulnerables

Expertos advierten que la glorificación del mundo narco no es solo un fenómeno mediático, sino una construcción simbólica que disputa valores y aspiraciones en sectores excluidos.

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Cocaine plastic packets, pistol US dollars banknotes and handcuffs. Drugs narcotics possesion and use, arrest and punishment for illegal business concept.

Rawf8/Getty Images

Un fenómeno que va más allá del delito

La narcocultura no es simplemente una consecuencia del narcotráfico. Es una narrativa construida y difundida por distintos canales que presenta al mundo del crimen como deseable, poderoso y legítimo. Desde las series de televisión hasta los corridos tumbados, desde las redes sociales hasta la estética urbana, el universo del narco se filtra en la vida cotidiana, generando admiración, identificación y, en muchos casos, imitación.

Más que una apología directa, se trata de una romantización de la figura del narcotraficante, un personaje que se presenta como astuto, exitoso y rebelde frente al sistema. Esta narrativa se vuelve especialmente peligrosa cuando penetra en contextos sociales marcados por la pobreza, la desocupación y la falta de oportunidades.

Narrativas seductoras en territorios vulnerables

El filósofo y docente uruguayo Pablo Romero García analizó recientemente el impacto de este fenómeno desde una perspectiva crítica. Según explicó, la narcocultura actúa como un relato alternativo que da sentido a la vida en zonas donde el Estado ha sido históricamente ausente o ineficiente.

“En muchos territorios, la figura del narco no solo es vista como un delincuente, sino como alguien que logró ‘salir’ de la miseria, que tiene poder, dinero y respeto. Es una construcción cultural que irrumpe con fuerza, sobre todo entre jóvenes sin otras referencias posibles”, expresó Romero durante su intervención.

El académico señaló que, en lugares donde el Estado no garantiza derechos básicos como salud, educación o seguridad, el narco aparece como una figura que “provee”, que ejerce una forma paralela de autoridad y reconocimiento. En ese sentido, la narrativa narco no solo representa un modelo de vida, sino también una forma de supervivencia simbólica y material.

Del entretenimiento a la calle: los símbolos del narco

Las narcoseries, los videojuegos que glorifican la violencia, las letras de ciertos géneros musicales y los lujos ostentosos que se exhiben en redes sociales cumplen un papel clave en la difusión de esta cultura. Romero advierte que estos productos culturales no deben subestimarse, construyen sentido, moldean aspiraciones y normalizan prácticas delictivas bajo una apariencia glamorosa.

La moda tampoco escapa a esta tendencia, relojes caros, autos de alta gama, armas doradas, vestimenta de marca y una estética ostentosa forman parte del “look narco” que muchos jóvenes adoptan, sin necesariamente estar vinculados al crimen, pero sí influenciados por su simbología.

“La narcocultura ofrece un relato donde la violencia es herramienta de ascenso, el dinero es lo único que vale y el respeto se gana con miedo. Es una narrativa épica que seduce, especialmente a quienes no ven otra salida”, afirmó Romero.

Cuando el narco reemplaza al Estado

El riesgo mayor, según los expertos, es que esta narrativa no solo sea aspiracional, sino que termine reemplazando a las instituciones formales en términos de legitimidad. Cuando el joven no confía en la escuela, en la policía, en el sistema judicial ni en el futuro que le ofrece el país, el narco aparece como la única figura de éxito visible.

Esto configura un problema estructural de gran escala: no se trata solo de combatir al narcotráfico como crimen organizado, sino de revertir las condiciones que permiten que su cultura se afiance y se vuelva deseable. Es una batalla por el sentido, por los valores, por lo que se considera posible o imposible para las nuevas generaciones.

El desafío: construir un relato distinto

Frente a este panorama, la solución no pasa únicamente por la censura o el castigo. Se necesita una respuesta integral del Estado y de la sociedad: políticas públicas que garanticen acceso a derechos, pero también una narrativa alternativa que ponga en valor otros modelos de vida.

“La disputa no es solo por el control territorial, sino por la construcción simbólica del éxito y el reconocimiento. Si el Estado no ofrece un relato atractivo, esperanzador y real, el narco lo hará”, concluyó Romero.

Más que moda: un síntoma profundo de exclusión

Reducir la narcocultura a una moda juvenil o a una tendencia estética superficial es ignorar sus raíces profundas. Este fenómeno revela una fractura social, una pérdida de referentes y una desesperanza estructural que no puede solucionarse con represión. Hace falta presencia, empatía, inversión en cultura, educación, deporte, empleo y, sobre todo, oportunidades reales.

De lo contrario, el relato narco seguirá avanzando, seduciendo a quienes buscan un atajo a la dignidad que el sistema no les garantiza.