Cayetano de Thiene, fue un presbítero que nació el 1° de octubre de 1480 en Vicenza, al noroeste de Italia. Pertenecía a una familia de buena posición económica. Inició sus estudios formales en Derecho en la Universidad de Padua. A los veintiséis años se mudó a Roma para comenzar su carrera religiosa.
Allí ocupó el cargo de secretario privado del papa Julio II. Tras la muerte del Sumo Pontífice, decidió convertirse en sacerdote en 1516. Como presbítero, fundó la sociedad Oratorio del Amor Divino y la Orden de Clérigos Regulares Teatinos, organización religiosa que promovía la oración y una vida santa con costumbres austeras. Una de sus premisas principales era la renuncia a los bienes individuales.
Entregó toda su riqueza
Fiel a sus ideales, Cayetano donó todo su dinero y se mantuvo alejado de las limosnas. Con estos principios instruyó a otros sacerdotes. Es recordado por sus esfuerzos para asistir a personas pobres y enfermos. Falleció el 7 de agosto de 1547 a los 66 años, tras padecer una enfermedad.
Una devoción creciente en Paraguay
“La devoción a San Cayetano creció en manera particular en las últimas décadas en nuestro país, y el fervor nace justamente de las necesidades reales que la gente vive, como el desempleo, la pobreza, la migración y la inseguridad. Y en ese contexto, San Cayetano aparece como un amigo, como alguien que intercede y responde”, explicó a este medio el padre Luis Carlos Alarcón, de la parroquia Las Mercedes de Limpio, y quien pertenece la Congregación “Pía Sociedad San Cayetano”.
“La historia habla de que San Cayetano ha sido una persona de un buen pasar económico, de una familia acomodada de Italia, pero quien dejó toda esa riqueza aparente, para cultivar esta riqueza de humanidad, a la riqueza de entregar todo al más necesitados. Un santo que ha sabido despojarse de lo que tenía para poder compartirlo con los demás. Un santo muy querido por el pueblo”, refirió.
“Celebramos más que a un santo, celebramos a esa esperanza que nunca muere, esa esperanza de que nunca falten las necesidades básicas, y su figura nos recuerda eso, que la fe se basa no solo en rezar, sino en ayudar y en servir”, terminó agregando el padre.
Los tres milagros que vanaglorian a San Cayetano
Más allá de la oración que representa a San Cayetano, existen tres milagros poco conocidos que se le atribuyen:
1. Lluvia milagrosa
Durante el siglo XIX (19), una severa sequía afectó gran parte de Europa. En ese contexto, un campesino que sufría por la pérdida de su cosecha de trigo recurrió a San Cayetano con fe y esperanza.
Según cuenta la historia, avalada por la Iglesia, el hombre detuvo su carreta en medio del camino, se arrodilló ante una estatua del santo y le pidió que intercediera ante Dios para que lloviera. Como ofrenda, dejó tres espigas de trigo de su propio campo y le prometió difundir su imagen por todos los pueblos si su pedido se cumplía.
Al regresar a su casa, una tormenta se desató. Gracias a la lluvia, el trigo volvió a crecer y tanto él como otros campesinos lograron salvar sus cosechas. Desde entonces, San Cayetano es considerado el patrono de la providencia, del pan y del trabajo.
“La devoción a San Cayetano creció en manera particular en las últimas décadas en nuestro país, y el fervor nace justamente de las necesidades reales que la gente vive, como el desempleo, la pobreza, la migración y la inseguridad”
2. Venció la hambruna
Durante tiempos de malas cosechas, la amenaza de hambruna era frecuente. Ante una de esas situaciones, Cayetano se acercó al altar de la iglesia donde celebraba misa, golpeó suavemente la puerta del Sagrario -donde se guardan las hostias consagradas- y dijo con confianza: “Jesús amado, te recuerdo que hoy no tenemos nada para comer”.
Poco después, un grupo de arrieros llegó a la puerta del templo con mulas cargadas de provisiones. Sin explicar de dónde venían, entregaron los alimentos, evitando así que la comunidad pasara hambre.
3. Sanó a una enferma
Gracias a su fortuna familiar, San Cayetano fundó el Hospital para Enfermos Incurables. Allí tuvo lugar el primer milagro que se le atribuye: Vio a una joven con una pierna gangrenada que estaba a punto de ser amputada. Conmovido por su sufrimiento, Cayetano se acercó, besó la extremidad afectada y, de forma inmediata, la herida comenzó a sanar. Al día siguiente, la mujer estaba curada.
En su lecho de muerte, Cayetano se negó a descansar sobre un colchón a pesar de su estado. Poco tiempo después de su muerte, se reportaron diferentes milagros por medio de su intercesión. El papa Urbano VIII lo beatificó el 8 de octubre de 1629, mientras que el papa Clemente X lo canonizó en 1671.