05 jul. 2025

La deuda pendiente del Estado: combatir la soledad de los adultos mayores

Aunque poco se habla de ello, la soledad es hoy uno de los mayores desafíos que enfrentan los adultos mayores en Paraguay.

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Alejados de la vida social activa y con escaso acceso a políticas públicas que los acompañen, miles de personas atraviesan sus últimos años en un aislamiento que afecta tanto su salud emocional como física.

Mientras la población envejece a un ritmo acelerado, las respuestas del Estado siguen siendo limitadas y desactualizadas. No hay espacios comunitarios suficientes, las actividades dirigidas a ellos son casi inexistentes y el transporte público tampoco está adaptado a sus necesidades. Como consecuencia, muchos adultos mayores pasan la mayor parte del día encerrados, viendo televisión, sin compañía ni estímulos que les permitan mantenerse activos.

“Hay un drama que está frente a nuestros ojos y que no estamos viendo: la soledad extrema en la que viven muchos adultos mayores”
Hugo Royg, exdirector del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social

Hugo Royg, exdirector del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, sostiene que Paraguay necesita con urgencia una política nacional integral para las personas mayores, enfocada no solo en salud física, sino también en salud mental y bienestar social.

Vidas aisladas, sin voz ni espacios

Según Royg, la soledad no distingue clases sociales. Afecta tanto a adultos mayores en situación de pobreza como a aquellos con mejores condiciones económicas, pero sin redes de contención afectiva. “Tenemos una sociedad que aún no entiende que envejecer no es sinónimo de ser descartable”, sostiene.

Un dato alarmante lo confirma: en un reciente relevamiento realizado en la comunidad del Bañado Sur, de 2.300 hogares encuestados, al menos 350 adultos mayores necesitan cuidados diarios. Muchos de ellos viven solos o dependen de vecinos y organizaciones sociales para sobrevivir.

Además, el país cuenta apenas con cuatro residencias públicas para adultos mayores, administradas por el Ministerio de Salud, insuficientes para cubrir la demanda existente. Esto obliga a muchas familias a enfrentar el cuidado sin apoyos estatales, lo que en muchos casos también termina en abandono.

“Hay miles de adultos mayores que solo reciben visitas esporádicas o que, directamente, no tienen a nadie. Paraguay necesita políticas de cuidado, de salud mental y de integración social para esta franja etaria. Y no son políticas costosas, requieren principalmente decisión política”, remarca Royg.

Historias que reflejan la soledad extrema

Royg recuerda una experiencia que le marcó durante su gestión en el Instituto de Previsión Social (IPS). Por la congestión que generaban las largas filas para cobrar jubilaciones, la institución había implementado la red bancaria para facilitar los pagos. Sin embargo, un día encontró a un hombre mayor que había ido al local de cobro un día antes de su fecha.

“Le pregunté por qué estaba ahí si todavía no le tocaba cobrar y me respondió con algo que me impactó: ‘Vengo igual, porque las únicas personas con las que hablo en todo el mes son los cajeros’. Esa frase te hace pensar cuánto sufrimiento silencioso hay detrás de estas personas”, relata.

Para Royg, estas historias no pueden seguir siendo vistas como casos aislados, sino como un llamado urgente a actuar. “Mientras como sociedad sigamos pensando que las personas mayores solo necesitan una jubilación o una residencia, seguiremos repitiendo estos errores. Ellos necesitan también redes de afecto, espacios de recreación, estimulación mental y compañía”, asegura.

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Modelos exitosos en el mundo: ¿qué podemos aprender?

Paraguay no necesita inventar soluciones, sino adaptar modelos que ya dieron resultados en otros países. Alemania, por ejemplo, cuenta con un sistema conocido como “vivienda asistida”, en el cual personas de entre 70 y 80 años pueden acceder, tras su jubilación, a departamentos adaptados a sus necesidades físicas y funcionales.

Estos edificios no solo les ofrecen seguridad y confort, sino también actividades comunitarias diarias organizadas por las municipalidades. Talleres de cocina, gimnasia suave, juegos de mesa, lecturas y paseos forman parte de la rutina, promoviendo la socialización y el bienestar emocional.

“El Estado alemán entiende que los adultos mayores tienen derecho a vivir dignamente, con compañía, en un ambiente seguro y estimulante. No es un lujo, es una política pública, tanto nacional como municipal”, explica Royg.

Además, en países como Japón o España, las comunidades intergeneracionales han ganado espacio. Allí, los adultos mayores comparten viviendas con jóvenes estudiantes o familias, a cambio de un alquiler simbólico o asistencia mutua. Esto no solo reduce la soledad, sino que también fortalece el intercambio de saberes y el acompañamiento diario.

El desafío en Paraguay: de la indiferencia a la acción

Royg considera que la sociedad paraguaya todavía no ha terminado de comprender que el envejecimiento es un proceso inevitable, pero que la calidad de vida en esa etapa depende en gran parte de la acción colectiva.

“Lo primero que aprendemos cuando somos niños es lo último que olvidamos en la vejez. Así como un niño necesita estímulos, juegos, conversaciones, los adultos mayores también necesitan actividades, afecto y compañía. La diferencia es que los niños tienen atención prioritaria, mientras que los adultos mayores son relegados”, lamenta.

Además, advierte que mientras no existan actividades planificadas para ellos, transporte accesible o espacios donde puedan compartir con otros, la televisión seguirá siendo la única ventana al mundo para muchos adultos mayores. “Y, al igual que un niño que pasa todo el día frente a una pantalla, esto también atrofia su mente y su cuerpo”, enfatiza.

Un cambio urgente y posible

Para Royg, Paraguay tiene todo para comenzar a revertir esta situación. Solo falta voluntad política. “No hablamos de grandes inversiones, sino de programas comunitarios, actividades barriales, centros de día, talleres culturales y redes de acompañamiento. Todo esto puede articularse entre municipalidades, ministerios y organizaciones sociales”, sugiere.

“Hoy tenemos adultos mayores que viven en soledad. Mañana, seremos nosotros quienes estemos en esa etapa. Lo que hagamos hoy, o lo que dejemos de hacer, marcará el tipo de vejez que nos espera a todos”, finalizó.