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10 de Junio, 2010 | Desde la calle

Las religiones estafan

Desde un buen tiempo atrás sigo religiosamente el programa televisivo: “Algo anda mal”, del canal 13, conducido por los periodistas Santiago González y Guillermo Grance.

Debo reconocer que la emisión del pasado miércoles me sedujo mucho más que las anteriores ediciones, razón por la que le dedico esta columna. El tema fue muy interesante y bien debatido, pese a las susceptibilidades que se pudieron haber tocado, debido a que este país tiene una alta población de creyentes.

Mientras veía la candente discusión entre ateos, escépticos, religiosos católicos y evangélicos, reafirmaba mis propias conclusiones sobre el tema que se debatía esa noche fría.

Los conductores plantearon sobre la mesa si los panelistas y televidentes creen en las curas milagrosas a través de la religión o consideran que son una estafa.

En tal sentido, se escucharon testimonios sobre la presencia divina de Dios para uno u otro problema o afán personal, mientras que los que se presentaron como incrédulos, como fue el caso del periodista radial Enrique Vargas Peña, rebatieron esas ideas al punto de ironizar esas historias de fe.

Para mí… las religiones –fundamentalmente la Católica y ciertas congregaciones mal llamadas protestantes- solo se aprovechan del miedo. Ante el temor hacia la muerte y con el deseo de superar el dolor y el sufrimiento que sobrellevamos ante ciertos problemas de la cotidianeidad, venden la fantasía de una mejor vida, tras el paso sacrificado por la tierra.

No obstante, hay buenos religiosos, conozco a varios que se merecen mi respeto y admiración. Sus conductas son testimonios de vida. Sin embargo, son las religiones, como institución de imposición social y moral, las que generan una estafa, una gran estafa.

Sí, las religiones estafan a la gente. Tratan el aborto como homicidio en todos los casos, imponen un infierno para las parejas que desean el divorcio, desprecian a los homosexuales, bautizan a los niños, que no tienen poder de decisión sobre un asunto tan personal y de extrema delicadeza.

Impensadamente rechazan el uso del preservativo, que limita la cantidad de hijos y evita enfermedades mortales como el SIDA.

Además ocultan, bajo los códigos canónicos, las graves denuncias de violación sexual, homosexualidad y filiación de los sacerdotes para preservar la supuesta imagen de Iglesia santa. En Paraguay abundan estos hechos, que merecen ser castigados con penas de cárcel.

En el caso especial de los católicos, imponen el celibato a todos los sacerdotes, sin que esta medida tenga sustento bíblico, también por convertir a la Iglesia en una burocracia titánica, totalmente opuesta a la simplicidad que enseñó Jesucristo. O si no… díganme, qué tan sencillo es llegar al Papa…

Lamentablemente las religiones desprecian a las mujeres al ubicarlas en un lugar muy por debajo del varón e ignorando el principio de igualdad.

Los sacerdotes convierten sus homilías en un espectáculo de masas, en un gran circo del engaño, como ocurre, por ejemplo cada 8 de diciembre en Caacupé. Hábilmente ocultan la ignorancia tras una cortina de discursos populares que están vacíos de mensajes sinceros.

Y podría seguir argumentando, pero ya vale estos puntos para concluir, reiterando que –para mí- las religiones solo engañan a la gente, bajo la presión del miedo de ir a parar al infierno, si no se cumple con el castigo de arrastrar las cadenas de la opresión para llegar al cielo.

Ojalá… Santi González y Guille Grance, periodistas que con tino abordan cuestiones de interés nacional, le den una continuidad en su programa televisivo: “Algo anda mal”, a este tema, que requiere seguir en debate, que siempre echa luz sobre las religiones.
Por Diego Martínez
Periodista. Cronista de Canal 13 y radio Cardinal

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