12 de Mayo, 2011 | Indicador económico y financiero
¿En dónde se quedó Robin Hood?
Es un clásico de la literatura y el cine de aventuras, Errol Flynn, Kevin Kotsner y Rusell Crow lo han interpretado en diferentes épocas y años.
Con su gavilla, los ricos no estaban seguros y los pobres podían llevarse un pan a la boca, al recibir el dinero que él robaba.
En síntesis, Robin Hood es un hombre que junta a un grupo de personas para revelarse a los injustos impuestos que el Sheriff de Notthingham aplicaba a los pobres ciervos y labriegos en la Inglaterra medieval.
La verdad los señores actuaban al margen de la ley, pues de cualquier manera lo que hacían era robarle a los ricos para entregarle ese dinero a los pobres, desde una visión simplista y de leyenda, el asunto tiene su mirada romántica, pero a la luz de la ley de cualquier país hoy en día no deja de ser robo.
Pero qué hay cuando el mayor impuesto lo pagamos nosotros mismos; éste no entra en ningún registro fiscal, no aparece en libro de contabilidad alguno y para colmo, le pega a los más pobres.
Se trata de la corrupción; tomando como ejemplo el informe de la organización Transparencia Mexicana que ha publicado los efectos de la corrupción en México durante el año pasado, podemos darnos cuenta que aquellos a quien Robin Hood quiere defender, son los que más sufren los efectos de ésta y que en relación con sus magros ingresos, son los que más alto pagan el precio de corromper, ya que según el estudio representa el 14% de los ingresos anuales de los más pobres.
Aquí se cumple a cabalidad ese dicho que “al perro más flaco se le cargan las pulgas”.
La corrupción en México tiene un costo de 3 mil millones de dólares anuales, imagínense ese dinero en el Paraguay, el tan citado crecimiento económico rompe récords del 2010 –conste que dije rompe récords y no otra cosa- fue de aproximadamente mil 800 millones de dólares; eso quiere decir que lo que se paga por corrupción en México, holgadamente pasa el 20% del Producto Interno Bruto paraguayo.
Y por casa cómo andamos, diría el clásico, pues no creo que muy bien, la corrupción es un mal endémico de esta sociedad y le cuesta a usted, a mí y a todos mucho dinero y claro acá también los pobres son quienes más lo recienten y más si tomamos en cuenta que más del 40% de la población vive en algún grado de pobreza.
No tenemos cifras recientes o un estudio que nos diga lo que le cuesta al país la corrupción, pero ese impuesto no declarado, se ha llevado inversiones lejos de aquí, ha frenado el desarrollo, a afectado al servicio de salud, la alimentación de escolares de bajos recursos. Ha hecho que en lugar de una calle asfaltada, un funcionario de turno tenga una casa construida con el dinero que debió ser para beneficiar a toda la comunidad.
O que alguno le ponga a un hospital su nombre, esperando a que éste se caiga por la mala calidad de los materiales y así su nombre quede asociado a esa vergüenza y tragedia de por vida.
No hay un Robin Hood que venga a salvar a la gente, porque es una leyenda, lo que realmente la va a salvar es que ejerza su derecho ciudadano y pida cuentas a una clase política que lleva décadas en un sistema que ve en la corrupción y la coacción un sistema de vida.
Es curioso que ellos pidan el voto para seguir sangrando a miles y eso miles se lo den sin cuestionar y exigir cuentas.
Entonces si Robin Hood viviera aquí, tal vez no sería un ladrón pues se daría cuenta que ante la pasividad de aquellos que son abusados por los poderosos, tal vez la mejor estrategia sería buscar una lista electoral y lanzar un movimiento político que lo hagan dejar de robar clandestinamente para hacerlo con total y clara impunidad.
Miguel Torres Velázquez
Twitter @motive
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