01 de Julio, 2010 | Desde la calle
Abuelas esclavas
Zulma y Raquel tienen más de 60 años, son vecinas de un barrio capitalino, viven una frente a otra, y tienen algo en común: son abuelas, lo cual no es ninguna novedad, pues a esa edad, se convierten naturalmente en el origen de una generación más.
Mientras que en el hogar de Raquel, que ya enviudó hace cinco años, y que trata de poner pan en la mesa con changas cotidianas -como lavar ropas de los vecinos, o vender empanadas a los albañiles de la zona-, para suplir la falta de empleo de sus cinco hijos, que a su vez le han dado unos 12 nietos, que en su mayoría viven con ella, en su precaria vivienda.
Tanto Zulma, que no conoce de necesidades, como Raquel, que parece tener más edad de lo real, por su inmensa preocupación de amparar a toda su familia y ramificaciones, tienen otra cosa en común, además de ser abuelas, son “abuelas esclavas”.
Sí, “abuelas esclavas”, porque cuidan a sus nietos por obligación, no por placer; y lo hacen a tiempo completo, lo cual se va convirtiendo en un problema real, palpable, cotidiano, rutinario y en aumento. Con esto se convierten las dos doñas de este artículo en “abuelas full time”, sin tiempo para ellas mismas. Están atadas a estos “compromisos familieros” y no se animan a decir “no”: por miedo a que les pese la conciencia por negarse a colaborar con la crianza de esos pequeños, aunque en realidad ésta no sea su función.
Dada la circunstancia, que el paraguayo promedio es familiero, no tiene casa propia, vive “mientras tanto” con sus suegros, muchos no tienen trabajo y si lo tienen, no contratan a niñeras y suplen su ausencia en el hogar con la escuela o con las “abuelas esclavas”.
A familias pobres y de clase media alcanza esta realidad, la cual no quiere decir que estar con los nietos y cuidarlos sea un fastidio. No. Se trata de que como mamá y papá trabajan todo el día, la plata no alcanza para costear los gastos de una niñera o una escuela de doble escolaridad. El “blanco” perfecto son las abuelas, sobre las que recae esta responsabilidad ineludible, con lo que postergan algunos “gustitos”, ocasionándole fatiga, cansancio, y en muchos casos depresión.
Lo que se inicia con buena voluntad, luego termina siendo una carga muy pesada, pues también están los casos de los hijos que además de trabajar, estudian algún curso para la profesión, y ante la desconfianza de dejar a los niños a una extraña, delegan esa función a las abuelas.
De todo esto, vale preguntarse, ¿los nuevos tiempos, configuran una nueva identidad de Zulma y Raquel en la familia? y ¿la sociedad, de este modo, le está imponiendo nuevos roles a las abuelas, de los que no tienen escapatoria, como si fuera un sometimiento, a una camisa de fuerza? De ser así, en verdad, las personas que lleguen a la tercera edad, despreciarán este periodo de la vida, pues se termina cayendo en la esclavitud social.
Diego Martínez
Periodista. Cronista de Canal 13 y radio Cardinal
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